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Con la aparición a finales del siglo XIX de los vehículos a motor, se pone a disposición de la humanidad un nuevo medio de locomoción que habría de revolucionar la historia de los medios de transporte en particular y de la sociedad en general.

La nueva máquina le ofrecía al ser humano posibilidades en el ocio y en el trabajo nunca imaginadas, pero, como no podía ser de otra forma, también le creaba algunas nuevas servidumbres derivadas de la necesidad de mantener al vehículo en las adecuadas condiciones de mantenimiento que toda máquina necesita para su uso, tanto en su vertiente puramente mecánica, como en lo referente al control de las emisiones de gases procedentes de la combustión en el motor.

Por si fuera poco, el nuevo medio de locomoción también se convirtió en poco tiempo en una fuente inagotable de accidentes y de pérdida de vidas humanas. La conjunción de la velocidad con el factor humano, el estado de las vías de comunicación y los fallos mecánicos han sido una preocupación constante para los organismos encargados de velar por la seguridad vial.

Para atenuar esta componente negativa que aporta el uso de vehículos a motor, los Estados han ido adoptando a lo largo del tiempo medidas tendentes a corregir los problemas antes descritos. En este sentido, las condiciones de acceso a las licencias de conducción y el control de los conductores se han ido endureciendo con el paso de los años.

Además las vías públicas se han rediseñado para facilitar los desplazamientos de vehículos cada vez más rápidos y se han adoptado estrictas normas de homologación y fabricación de los mismos en aras a reducir el peso que los fallos mecánicos tienen en la siniestralidad vial y a minimizar las emisiones de gases al medio ambiente.

Es en este último componente de la siniestralidad, constituido por los fallos mecánicos, donde la inspección técnica de los vehículos cobra su máximo significado. De nada serviría fabricar vehículos cada vez más sofisticados y potentes si a lo largo de su vida útil no se les somete a unos controles periódicos que garanticen la vigencia y operatividad de sus sistemas de seguridad pasiva y otros componentes vitales.

Al igual que los ascensores, los recipientes a presión, las instalaciones eléctricas y en general la mayor parte de los mecanismos industriales, los vehículos necesitan de un plan de mantenimiento y de un proceso de certificación externa a los titulares de los mismos, que permitan validar con carácter oficial la aptitud de los mismos para su uso.

Hay que tener en cuenta que el tercer factor de responsabilidad en los accidentes de tránsito es el factor vehículo, responsable del 25% de los siniestros, distribuidos en defectos tales como

En la figura se muestran las causas de los accidentes en porcentajes.

Pero hay una interacción de factores. imaginemos un día de lluvia , una cubierta desgastada (vehículo), limpiaparabrisas que funcionan deficientemente (vehículo), una calle en reparación sin buena señalización (ambiental), un conductor desprevenido (humano). ¿Cuál es la conclusión de esta conjunción de factores? La frenada, el trompo y la colisión e incluso el vuelco del vehículo.

Además, y ante la problemática que plantean los automóviles como elementos contaminantes, cobra cada vez mayor importancia las pruebas específicas de control de emisiones que se realizan en los centros de ITV, reguladas por normativas internacionales cada vez más estrictas que pretenden reducir el impacto negativo que la utilización masiva de los vehículos tienen sobre el medio ambiente.

Por tanto, la inspección técnica se configura como un mecanismo de seguridad y control con el que las Administraciones Públicas de la mayor parte de los países del mundo pretenden garantizar el correcto estado de funcionamiento de los vehículos y su aptitud para circular por las vías públicas en las debidas condiciones técnicas y de respeto al medio ambiente.

No lo olvide: su seguridad es nuestro éxito.